El elixir dorado, el agua de la vida

El elixir dorado, el agua de la vida

El elixir dorado, el agua de la vida

 

Cuenta la leyenda que los Dioses disfrutaban hace miles de años de un curioso brebaje que llamaban el Agua de la Vida. Su composición era un secreto y sólo sus efectos eran superiores al placer que sentían compartiendo ese dorado elemento. Para algunos, los más osados, la ambrosía dorada era un regalo de los cielos; para los más inquietos, una muestra de que la divinidad se había transformado en gotas inalcanzables.

 

Así pasaron los siglos, sentados desde su azotea prodigiosa mientras contemplaban la evolución de la Humanidad y trataban de entender cómo era posible que esos seres, moradores de un lugar llamado Tierra, pudieran salir adelante sin la posibilidad de tener a su lado lo que los Dioses habían bautizado como el Agua de la Vida.

Un buen día, uno de los pobladores del paraíso celestial sorteó las rígidas reglas que dominaban el equilibrio divino. Se enamoró de una humana, desoyendo los consejos de su Rey, y encontró su nuevo hogar en lo que hoy conocemos como las montañas altas de Escocia.

 

 

Allí vivió en compañía de su pareja, allí pasaba los días refugiado en sus poderes ocultos pero había algo que le faltaba. Tenía todo lo que podía desear, un hogar, una mujer a su lado, era feliz y esperaba por el primero de sus vástagos, el primer semi Dios de la Tierra que perpetuaría su especie. Pero sentía que su ventura no era completa. Recordaba ese licor que bebía en compañía de sus antiguos amigos y sólo su mención le impulsó a cometer una hazaña imperdonable.

Regresó a su mundo celestial, burló toda suerte de obstáculos y consiguió llegar hasta el árbol de la vida, ese que daba el mismo fruto del que se obtenía la materia que luego los magos convertían en líquido. No se lo pensó y tomó prestada una rama del fruto prohibido.